Integrantes
de las universidades de Medellín, Pontificia Bolivariana y EAFIT construyen un
minihelicóptero inteligente no tripulado. De derecha a izquierda: Federico
Hinestroza, Juan Manuel Tamayo, Nicolás Ariza, Jairo Miguel Vergara, Carlos
Mario Vélez y Jorge Andrés Alvarez.
El Colibrí
Tres universidades de Antioquia se unieron para construir un minihelicóptero
robótico. Para Colombia es un ejemplo de cómo hacer transferencia tecnológica
en beneficio del país.
Imagínese
un minihelicóptero que usa su propia inteligencia y puede embarcarse en
trayectorias reconocidas por él mismo. Ahora, imagínese, por ejemplo, un
desastre natural en el cual no se sabe dónde están las víctimas.
El
minihelicóptero podría despegar, buscarlas, enviar información sobre su
paradero y volver a casa solo, sin que en ninguna etapa haya intervenido un ser
humano. Este es el mundo de la robótica y más específicamente de los vehículos
autónomos no tripulados (UAV, por su sigla en inglés).
Su
estudio y construcción es una de las áreas de investigación más prometedoras
en el mundo, pero también una de las más difíciles. Ingenieros y científicos
han gastado años y millones de dólares intentando dominar el tema apenas con
relativo éxito. Proyectos de estos por lo general se circunscriben a los más
reconocidos centros de investigación y universidades del mundo como MIT y la
universidad Carnegie Mellon de Estados Unidos.
En
Colombia, tres universidades de Antioquia se unieron para construir un UAV
propio. Desde enero de 2004, el proyecto Colibrí reúne un equipo
multidisciplinario de ingenieros de las universidades de Medellín, EAFIT y
Pontificia Bolivariana, cuyo objetivo es dotar un minihelicóptero de la
inteligencia necesaria para que no requiera intervención humana durante vuelo.
El Colibrí podría tener fines comerciales. De hecho, ya hay empresas privadas
interesadas en lo que sería el producto final. Sin embargo, el Colibrí nace
por el interés de sus investigadores de sumergirse en un campo de investigación
muy difícil. Porque minihelicópteros inteligentes ya existen; sin embargo, cómo
funcionan es todavía un secreto celosamente guardado por los pocos que lo han
logrado.
Y he
aquí la importancia de un proyecto como el de las tres universidades para un país
como Colombia. Antes de dejar que esta tecnología un día se importe, el Colibrí
quiere apropiarse de ella y contribuir con desarrollos propios que enriquezcan
el estado del arte de las máquinas no tripuladas.
La
idea del proyecto no es construir un minihelicóptero, sino construir sus 'entrañas
y cerebro' de tal manera que pueda ser inteligente y, por ende, autónomo.
Los retos son inmensos. Desde el punto de vista de la aviónica, automatización
y control, inteligencia artificial, navegación autónoma y recopilación,
procesamiento y envío de información, entre otros, el Colibrí es un campo
minado de desafíos teóricos y tecnológicos.
Arrancada la primera de tres etapas, el Colibrí ya los está enfrentando. Con
inversiones previstas por más de $300 millones en los próximos dos años, en
la primera etapa se logrará vuelo estacionario a baja altura. Ya se registran
avances antes de lo previsto como es la consecución del minihelicóptero y su
modelación teórica básica, es decir, la versión virtual del minihelicóptero.
Este modelo ya está en etapa de validación. La segunda etapa contempla vuelo
hacia adelante y navegación. Y la tercera, reconocimiento y recolección de un
objeto y aterrizaje.
El proyecto se apoya en las ventajas competitivas que ofrece Colombia, que no
están en la construcción de aeronaves ni en el desarrollo de electrónica
donde difícilmente puede competir con las inmensas sumas de dinero y
experiencia de países ricos. Para Carlos Mario Vélez, de la EAFIT y
coordinador del proyecto, el Colibrí tiene una gran fortaleza: su recurso
humano. La ventaja es la capacidad de su equipo de hacer diseños novedosos y
adaptar tecnología. Fuera de un gran recurso humano, las inversiones físicas y
monetarias de un proyecto como el Colibrí son relativamente bajas.
En este sentido, la ventaja competitiva del Colibrí es la manera en que las
tres universidades están abordando el problema. El Colibrí es el primero en
Colombia que se aproxima al problema tecnológico desde el punto de vista teórico,
lo cual trae grandes beneficios. Por un lado, esta característica lo ubica a la
par con otros proyectos de esta índole en el mundo. La modelación teórica de
minihelicópteros se está implementando desde hace 5 años y en muy pocos
lugares, dice Vélez.
Por otro, esta modelación hace el Colibrí flexible y económico. Permite
probarlo, hacerle los ajustes necesarios y probar mejores diseños sin arriesgar
físicamente la aeronave.
Y aunque se apalancará sobre avances ya logrados por otras investigaciones, el
Colibrí también contribuirá con desarrollos propios. Por ejemplo, con su
modelado matemático, su identificación experimental y las técnicas de control
multifrecuencia se espera que los conocimientos adquiridos por el Colibrí
aporten al campo de conocimiento de las máquinas no tripuladas.
Investigación en red
Otras fortalezas del Colibrí son su cultura abierta y su enfoque
multidisciplinario. El proyecto cuenta con la colaboración de investigadores
que han trabajado en diversas áreas como telemetría y aviónica, aunque no en
un minihelicóptero. Por otro parte, la Red Colibrí será clave para el éxito.
Por medio de una página de internet se busca invitar a investigadores de todas
partes del país y del mundo a vincularse con el proyecto.
La actividad de esta Red es quizás el mejor testimonio de la popularidad e
interés que ha suscitado el Colibrí. El proyecto ya cuenta con la vinculación
de reconocidos investigadores de universidades de Bélgica, Francia y México.
El bastión tecnológico estadounidense MIT también se ha vinculado. Incluso,
proveedores de infraestructura le han concedido descuentos al Colibrí dado el
interés que ha generado.
El éxito de un proyecto como el Colibrí le conviene a Colombia. Ofrece una
manera eficiente y segura de hacer monitoreo ambiental, vigilancia de redes,
operaciones de búsqueda y rescate, entre otras. Pero quizás más importante,
demuestra que es posible hacer una verdadera y más directa transferencia de
tecnología en beneficio del país. Por ejemplo, el Colibrí le podría dar un
empujón a la industria aeronáutica colombiana que, a su vez, es de donde
suelen surgir los más prometedores avances tecnológicos. Si tiene éxito,
otras áreas como medicina, comunicaciones y transporte se podrían ver
beneficiadas con un proyecto como el Colibrí.
Tomado
de la revista Dinero de Colombia
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