Emprendedor toda la vida
En 1957 Gumercindo Gómez fundó Colchones
Eldorado. Hace 12 años, su familia tomó el control de la empresa y casi la
llevó a la quiebra. Antes de la bancarrota, el empresario regresó a la
presidencia para rescatarla. Esta es su historia.
"Se
equivocan quienes piensan que hacer empresa es labor de jóvenes. Experiencias
como las de Gumercindo Gómez, empresario boyacense de 67 años, muestran que no
hay edad para emprender sueños y proyectos. Justo cuando se pensó que quien
fuera un muchachito sumido en la pobreza en la desconocida vereda de Ciénaga,
había alcanzado la prosperidad, enfrentó el mayor desafío de su vida. En una
junta de accionistas, su familia lo retiró de la presidencia de Colchones
Eldorado. Pero luego de seis años al frente de la compañía, prácticamente la
quebró. Hubo que llamar al viejo Gumercindo para que la sacara de la tumba.
Para que la creara de nuevo.
Historia por contar
La vida de Gumercindo Gómez tiene muchas lecciones. Muy niño, su convicción
de sacar adelante a su mamá, viuda antes de que él naciera, lo obligó a
trabajar. Su frase de batalla "yo no sé que quiero ser en la vida, lo único
que sé es que quiero ser alguien", lo empujó a viajar a Tunja y luego a
Bogotá. Trabajó en panadería, carpintería y tapicería, actividad esta última
que lo llevó a concentrarse en el oficio de su vida, hacer colchones. La
primera máquina de hacer resortes, fundamental en su éxito, la creó él mismo.
Le costó $50 y el trabajo constante de seis meses. También fue singular la
forma en que consiguió su primer lote: lo cambió por la producción de un año.
Mientras tanto, se quedó sin dinero para pagar sus obligaciones y atender con
holgura el sustento de su familia; pero él estaba convencido de la necesidad de
contar con el terreno y tenía razón. Fue la base de la expansión de su firma.
En los años 80, Colchones Eldorado vivió su momento de mayor brillo.
Gumercindo solo había hecho estudios en el Instituto Nacional de Capacitación
Obrera -origen del actual Sena-, pero resultó muy hábil en mercadeo y
publicidad. El mismo ideó el nombre, el logotipo y el mensaje de sus campañas.
Logró que los colombianos conocieran sus colchones anunciando en televisión en
espacios disponibles, que si bien muchas veces no tenían mucha sintonía, eran
muy económicos, pues le costaban alrededor de $50.000, recuerda. De esta manera,
Eldorado creció hasta tener 150 empleados y proyección nacional.
Pero la historia de emprendimiento más apasionante de su vida no se había
escrito todavía. En 1986 uno de sus gerentes le sugirió dejar el 68% de las
acciones de la empresa a sus hijos. El aceptó y, seis años más tarde, la
junta que se conformó con los nuevos accionistas tomó las riendas de Eldorado.
En parte, la decisión se justificó en la construcción de un edificio de 8.500
m2 que endeudó a la empresa como nunca y que no aportaba al corazón del
negocio. Hoy es evidente que el proyecto fue un error.
Decision dificil
Al frente de la empresa quedó su hijo profesional de 29 años. Gumercindo no
participaba en las decisiones del negocio. Sin embargo, la juventud no logró
los resultados de la experiencia. Además del endeudamiento heredado, la nueva
administración cometió grandes errores. El esquema de pautar en tiempos
disponibles de televisión se cambió por espacios triple A que costaban $3
millones en promedio. Además, con la idea de que la imagen de la compañía era
anticuada, la rediseñaron a un costo de $500 millones, desechando el
tradicional logotipo con el que siempre se conoció. Finalmente, el gasto
desbordado y la entrada de nuevos competidores sepultaron la era dorada de la
empresa.
Fueron años difíciles para Gumersindo, quien veía su sueño derrumbarse sin
poder intervenir. De pronto, en la peor parte de la crisis, lo llamaron de nuevo
para que les comprara la empresa. El tenía unos lotes y un edificio con los que
habría podido vivir cómodamente de la renta, pero que también podía dar a
cambio de la fábrica. Se enfrentaba a la decisión de comprar un muerto, o
seguir su vida en calma pues ya era un hombre reconocido y un destacado
conferencista.
Otra vez y desde cero
En 1998, Gumercindo cambió sus propiedades por el 78% de las acciones de
Eldorado. Desde entonces, trabaja día y noche por recuperar el terreno perdido.
"Hoy tengo a mi empresa corriendo los 100 metros, pero espero correr con
ella los 1.000 metros", es la forma en que explica lo que ha pasado desde
entonces.
Los resultados de su gestión son palpables. Para protegerla, consiguió
llevarla a Ley 550. Hoy da utilidades y se prepara para entrar en nuevos
mercados. Así lo hizo en Perú el año pasado en un intento exploratorio. La
estabilidad financiera se acompañó de esfuerzos en mercadeo, en la gestión de
recursos humanos y en la oferta de productos con nuevas tecnologías.
"En la vida hay dos empresas, una grande y otra pequeña. La empresa pequeña
puede ser una tienda de barrio o un gran negocio, pero la empresa grande es la
vida y esa es la que hay que valorar", así se refiere a su forma de asumir
las cosas. Asegura que para ser empresario, lo primero que hay que hacer es ser
feliz. Ama a su empresa, pero sin apegos. Estaría dispuesto a venderla, una vez
haya terminado de sacarla adelante.
La relación con su familia, la cual ve con frecuencia, es amable y cordial.
Hace 8 años vive solo en un apartamento de 60 m2, cuando en algún momento vivió
en una casa de 600 m2, pero así está más a gusto. Este empresario es una
muestra de que el espíritu emprendedor perdura en la vida. No es nuevo que sus
experiencias les sirvan de ejemplo e inspiración a muchos. Su tesón y su éxito
tal vez hagan entender que las empresas no se deben olvidar de aquellos
emprendedores dueños de la experiencia. "
Tomado
de la revista Dinero de Colombia
|